1. Fundamentos de los Elementos en Astrología

Potencia y Acto

Potencia y acto son inseparables, sin embargo para la percepción humana cada uno de los dos evoluciona en una dirección opuesta, cayendo la potencia gradualmente en el acto, y volviendo éste a su condición original de pura potencia. Por consiguiente, teniendo en cuenta nuestra limitación, sólo es posible hablar de la relación entre la potencia y el acto, y cómo uno se va transformando en el otro a través de cuatro momentos que veremos más adelante y es llamado Cuaternario. Ahora centrémonos en la potencia en contraposición al acto.
La potencia es un principio simple, puro, espiritual, consciente, eterno, increado, no productor, inmutable, inactivo, mero testigo o espectador de las operaciones del acto. De potencia puede afirmarse que es pensamiento abstracto, sin objeto; y la Luz que ilumina la vida espiritual. Es también el «espíritu de vida» que anima al acto y, por su contacto, le imprime actividad, originando de esta manera los sucesivos cambios que experimenta y que van a repercutir sobre la misma potencia. De la unión de la Potencia y el Acto reciben su origen todos los seres animados e inanimados.
Toda la actividad del acto se emplea exclusivamente a favor y en provecho de la potencia, puesto que, presentándole objetos de sensación y conocimiento, ésta atesora experiencia, llegando así al conocimiento de Sí mismo y, por consiguiente, a su liberación.
Potencia y acto son dos aspectos bajo los cuales se manifiesta lo Divino. La vida aparece como potencia, su concreción como acto. En el acto tienen origen todos los seres, en la potencia aquello que los anima y sostiene. El acto es eterno, increado e indestructible, mientras que las formas del mismo son creadas, transitorias y cambiantes. El acto se halla en continuo movimiento, tomando forma bajo cada estremecimiento o vibración de vida y adaptándose a cada cambio de movimiento. La actividad esencial del acto consiste en su naturaleza reactiva. Al recibir impulsos de vida (potencia), se organiza en formas, y éstas se mantienen gracias a tales impulsos, mientras que se disgregan en cuanto cesa dicha influencia.
El acto ofrece diversos grados de densidad según sea el plano o subplano a que corresponda. Así, el acto del plano mental es mucho más sutil que la del plano astral, y ésta, a su vez, lo es mucho más que la del plano físico. Por esta razón, la una atraviesa y penetra fácilmente a la otra.
Opuestamente a la potencia, que es simple, el acto es un principio ilimitado, universal, cósmico, que se presenta como una masa sutil, informe, sin diferenciación o manifestación alguna. Pero, gracias a su incesante actividad y a su potencia productora, es la causa material de los diferentes desarrollos, manifestaciones, formas o productos de la materia. Así, pues, el acto se presenta en dos estados distintos: 1. Acto indiferenciado, inmanifestado, caótico, informe, y 2. Acto diferenciado, manifestado, que constituye las innumerables formas o diferenciaciones distinguibles o transitorias de la masa de acto caótico o indiferenciado, formas que, después de una existencia más larga o más breve, se destruyen desvaneciéndose en el océano de acto informe o caótico de donde procedieron. El acto es inconsciente, y toda su actividad se emplea exclusivamente a favor y provecho de la potencia, para su experiencia y para así conducirle al conocimiento de si mismo. La asociación entre potencia y acto se ha comparado con la alianza entre un paralítico (el conciente y a la par inactiva potencia) y un ciego (el inconsciente pero activo acto). Si el ciego lleva a cuestas a su paralítico guía, pueden los dos juntos llegar al término de su peregrinación.

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